Diez intermezzi más célebres de la ópera

19 abril 2020 ·  
Duración: 18:51
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Cuando empieza la ópera nos sumergimos en una espiral de pasiones y emociones. Tanta intensidad muchas veces nos despierta la angustia existencial.

Para contrastar tanto drama, en el siglo XVIII se comienzan a interpretar pequeñas obras cómicas entre los actos de la ópera.

Pero a mediados-finales del siglo XIX con el nacimiento del verismo, esos momentos de transición cambian a interludios sinfónicos que conectan los actos de la ópera y los contextualizan a través de la narrativa musical.

En este vídeo repasaremos los 10 intermezzi más célebres de la historia de la ópera.

10 – Fedora – Umberto Giordano

El interludio de Fedora ocupa el décimo puesto de esta lista, pero perfectamente podría estar más adelante, porque es uno de los más bellos y conocidos.

La princesa rusa, Fedora, ya ha descubierto quién es el autor del asesinato de su prometido Vladimir. Fedora se pone a pensar y comienza a escribir una carta. Ya tiene preparada su sentencia.

Mientras Fedora escribe la carta suena el maravilloso interludio sinfónico. Un respiro previo al giro inesperado que tomará la historia antes de que acabe el segundo acto. En el intermezzo, Giordano nos salpica con pasajes del aria Amor ti vieta de Loris, el tenor, que se escuchará más adelante.

Giordano narra perfectamente con la música esta historia criminal. Muestra de ello es el intermedio que marca el ritmo de la trama y lo hace además con una belleza que trascenderá la propia ópera.

9 – Les contes d’Hoffmann – Jacques Offenbach

A Offenbach uno lo adora por haber conseguido hacer esto.

Hoffmann nos cuenta tres historias de amor, con tres mujeres protagonistas. Tres personalidades diferentes que se reúnen en su verdadero y único amor, Stella.

Entre el segundo y tercer acto, Offenbach nos contextualiza a Venecia con esta maravillosa Bacarolla, que introduce el acto mientras se va convirtiendo en un dueto que, estoy seguro, has escuchado más de una vez.

8 – Adriana Lecouvreur – Francesco Cilea

En este puesto vamos a conocer la historia de Adriana Lecovreur de Francesco Cilea.

Arturo Colautti se encargó de escribir el libretto de Adriana. Trabaja simbólicamente a cada personaje y lo hace estrechamente con el compositor, que recurrirá al leitmotiv para fortalecer y remarcar esos símbolos en la narración. El poeta Colautti también habría colaborado con Giordani en su ópera Fedora, que ya hemos visto en el décimo puesto de la lista.

Pero el libretto de Adriana Lecovreur es un lío importante, no hay manera de seguir el hilo.

¡Arturooooo!

Adriana Lecovreur presenta una trama llena de enredos amorosos entre actrices, príncipes y empresarios, en el París del siglo XVIII. Pero no serán los amoríos lo único que se enreda en esta ópera. Cilea consigue intrincar con elegancia el verismo italiano con una suerte de suspiro belcantista, más melódico y elegante.

Por eso hay que agradecer a Cilea que consiga imprimir con su música el deseo, la angustia, la duda, el miedo y todas las demás emociones de los personajes. Y que lo haga con tanta expresión. El intermezzo del segundo acto no se queda en menos.

¡Grazie Francesscooooo!

7 – Manon Lescaut – Giacomo Puccini

Si no fuera por Manon Lescaut, no hubiéramos tenido ni La Bohème, ni Tosca, ni Madama Butterfly. ¡Quizás ni si quiera Turnadot!

Que no cunda el pánico. Tuvimos a Manon Lescaut, el primer existazo de Puccini.

Puccini compone la ópera con un fuerte apoyo en la instrumentación, tendiendo al estilo wagneriano, con finísimas y sutiles armonías. Pero el foco sigue apuntando a la melodía de las voces para transmitir la carga emocional de los personajes.

Manon iba para monja, pero su hermano la vende…

Sí, la vende.

La vende a Geronte, un viejo rico. Al principio Manon está encantada por toda la pasta que tiene el vecchio. Pero echa de menos a Des Grieux, un joven caballero que conoció en Amiens y con quien se intentó fugar antes de que su hermano la vendiera. El joven caballero le puede dar otras cosas que el viejo no…

Total, que lo llama a su mansión y allí se abrazan y se quieren. Pero el vecchio se entera y se pone furioso. En lugar de escapar, Manon se queda embelesada con sus joyas, cual Frodo con el anillo, y acaba siendo detenida, acusada de prostituta.

Abriendo el tercer acto, suena el intermezzo “El viaje a Le Havre”, una pieza musical como solo Puccini podía escribirlas. Describe perfectamente el viaje de los protagonistas a Le Havre: Manon, viaja detenida a la ciudad desde donde partirá deportada a América; Des Grieux la sigue impotente: no puede apartarla de su destino, como hubiera hecho antes en Amiens cuando se fugó con ella.

6 – Pagliacci – Ruggero Leoncavallo

2019 ha sido un año en el que se estrenaron un montón de pelis que hablan propiamente del cine o de la vida detrás del cine: La La Land de Damien Chazelle, Once Upon a Time in Hollywood de Tarantino, Dolor y Gloria de Almodóvar…

Pues digamos que Pagliacci también es una representación dentro de una representación. Una llamada a la vieja commedia dell’arte. Leoncavallo compuso otro de los pilares sobre los que se sostendría el verismo a partir de entonces.

Canio es pagliaccio en una pequeña compañía de comediantes y un hombre muy celoso. Está emparejado con Nedda, aunque ella, un alma libre, disfruta a escondidas con Silvio, otro actor de la compañía. Solo hace falta una chispa para hacerlo estallar todo, y será el actor deforme Tonio quien la encienda. El baboso intenta sobrepasarse con Nedda, quien lo rechaza con dureza dejando al deforme actor muerto de rabia. Como venganza, provoca a Canio y le revela que Nedda se está viendo con otro hombre. Canio estalla de celos y amenaza de muerte a Nedda.

Después de la famosa aria del tenor, acaba el primer acto. El intermezzo abre el segundo acto y nos introduce a la obra de teatro que representarán nuestros actores Canio, Nedda, Tonio y Silvio. Una obra de teatro, donde todo saldrá mal.

5 – Madama Butterfly – Giacomo Puccini

Otra de Puccini, ¡y ahora en japón!

El intermezzo de Madama Butterfly me encanta porque va enganchado al famosísimo Choro a Boca Chiusa y lo complementa.

Cio-Cio San divisa a lo lejos el barco de su amado Pinkerton, que vuelve de estados unidos. Volverá a verlo después de tanta espera. Emocionada le pide a Suzuki que disfrace la sala de primavera, llenándola de flores. Ella también se prepara para su llegada. Unas voces silenciadas cantan de fondo. Y ahí suena el intermezzo.

Butterfly ha sufrido en silencio todos los años que lleva esperando a Pinkerton. Cuando hay la más mínima reminiscencia de esperanza, parece que el silencio de cante. Ese precioso choro a boca chiusa. Y cuando termina Puccini no expone la inocencia, el miedo, la esperanza y todo el arco emocional de Butterfly, que durante su larga espera había guardado en silencio.

4 – La traviata – Giuseppe Verdi

El intermezzo de este puesto de la lista es un jarro de agua fría. Cuando comienza a sonar al principio del tercer acto de La Traviata de Verdi, que estamos destrozados después de haber visto todo el drama, nos enseña el alma rota y enferma de Violetta.

Violetta se sacrifica y abandona a Alfredo después de la egoísta súplica de Germont, el padre de éste. Alfredo no entiende nada y en medio de una fiesta la encuentra y la humilla, cual vulgar ramera, movido por el dolor.

Pero Violetta está muy enferma. Al padecimiento de la tuberculosis, se le suma el profundo dolor de amor. Y así nos lo describe este maravillosos preludio.

3 – Carmen – Georges Bizet

Llegamos al top tres con Carmen de Bizet.

Antes incluso que Pagliacci de Leoncavallo, Carmen comienza a mostrar la crudeza ralista del verismo. Todos conocemos la música de Carmen, pero el segundo entr’acte es una joya musical que a veces pasa desapercibida.

Don José ha pasado de ser un cabo del ejército, a un perturbado amante de Carmen. Después de salir de prisión por liberar a la gitana, se insubordina y se marcha con Carmen y los contrabandistas a la montaña.

El segundo acto termina con todos cantando: “la vida errante, el cielo abierto, por país todo el universo, Y sobre todo, lo más embriagador: ¡La libertad!”. Este intermezzo es como la paleta de un pintor: la melodía colorea ese cielo abierto, esa libertad de la vida errante. Pinta cada nota en nuestra retina y nos predispone a sentir el contraste con lo que está por llegar.

2 – Cavalleria Rusticana – Pietro Mascagni

Sigamos hablando del verismo.

Vamos a hacerlo muy básico. Wagner y Verdi fueron quienes plantaron y regaron la semilla del verismo. El primero con el desarrollo de la armonía, la orquestación y el ritmo; y el segundo con sus partituras de voces apasionadas que pasan de cantar a “gritar” los sentimientos.

Pues la primera flor que brotará de ese recorrido será la Caballería Rusticana, que reúne todos esos elementos, y los uniformiza con una destacada sencillez popular. La obra de Mascagni es una increíble síntesis que, junto a Pagliacci, devienen el manifiesto puro del verismo.

Muy básico. La historia se desarrolla en Sicilia y explica como Turiddu vuelve del ejército y se encuentra con que su amada se ha casado. Entonces la pone celosa saliendo con otra y se lía parda. El intermezzo suena ahí, cuando se lía parda, cuando se revela toda la verdad.

Seguro que os suena del Padrino tres y de la intro de Toro Salvaje.

1 – Thaïs «Meditation» – Jules Massenet

¡Y vamos al puesto número uno! Quién me iba a decir a mi que el intermezzo que más me apasiona represente una especie de traslación místico-religiosa.

Pues así es. El intermezzo de la ópera Thaïs es de aquellos que has escuchado seguro en alguna lista de Spotify de “Música para leer” o “Música para estudiar”. Y si no te suena, cuando termines de ver el vídeo búscala y escúchala con los ojos cerrados.

Thaïs es una cortesana hedonista devota de la diosa Venus. Un monje Cenobita, Athanael, la convence para convertirse a la fe cristiana. Thaïs vive un fuerte conflicto interno, pero reflexiona con intensidad. En el momento de la reflexión suena esta maravilla.

Un violín solista que irá flotando sobre arpas y vientos. Su melodía se repite dos veces con una cadenza en la segunda. Una estructura sencilla que construye el clímax con una gradación pasionalmente sutil, y pone punto final al conflicto interno de Thaïs.